lunes, 31 de marzo de 2014

baño público

Empujó la puerta con el codo, mirando con desdén el pestillo inmundo y reprimió una arcada. Si pudiera elegir, no habría entrado nunca, en ninguna de sus vidas, a ese lugar ni a ninguno parecido. Pero el que decidía no era él. Estaba siendo empujado por el hambre de libertad de sus propias heces, que tienen mucho más poder del que se les otorga habitualmente en el imaginario popular.

Piletas oxidadas. Orina en el piso. Presencia fantasmagórica del jabón que alguna vez estuvo allí. Todo parecía pronosticar lo peor. Abrió de una patada uno de los compartimentos. Un wáter. Condones usados en el piso. Y ahí, un poco mojado pero presente al fin, una de las alegrías más intensas de su existir, encarnada en un rollo de papel higiénico.

Sentado en el inodoro, podía sentir, erizado, cómo las bacterias subían por sus piernas y su culo como hormigas. Trató de distraerse y notó que las paredes y la puerta del cubículo tenían capas y capas de inscripciones, grafitis y leyendas superpuestas, manifestaciones sociales valiosísimas, que cristalizan las interacciones y conflictos sociales en un solo enunciado predominante: “BOLSO PUTO”.

diario de un superviviente. día 1. 31/03/14. montevideo, uruguay

Comienzo este diario con la esperanza de resistir la hecatombe que se avecina, pero sé, en el fondo de mi corazón libre de drogas aunque lleno de colesterol, que de esta no saldremos vivos. Con mi mujer y mis hijas hemos planificado esta misión de supervivencia hace mucho tiempo, cuando presenciamos horrorizados por televisión los acontecimientos de público conocimiento que desde el Parlamento han originado la crisis inminente. Sabemos que el caos y el libertinaje se aproximan, y que a largo plazo la aplicación de esta ley significa el fin de la R.O.U. como país. Por eso nos hemos surtido de alimentos y municiones (miles de cajitas de McDonalds) e instalado en el subsuelo de nuestro hogar a esperar que esta revolución infernal pase y podemos continuar con nuestras vidas normales, si Dios quiere. Mientras escribo disfruto de un Johnnie Walker on the rocks, y me pregunto si las saludables costumbres tradicionales habrán quedado atrás para siempre a manos de una sociedad falopera, auto-flagelante, ignorante y pobre (¡puaj!).

Mantendré informado de mi situación por esta vía; sepan que si dejo de escribir es porque he muerto fusilado por un menor infractor drogado con marihuana o me ha aniquilado un escuadrón tupamaro.

¡Hasta la victoria, compañeros!